La Ópera Romana, tal y como la conocemos hoy, comenzó con el Teatro Constanzi en la colina Viminale. Su creador, cerebro y patrocinador, Domenico Constanzi, invirtió mucho esfuerzo y dinero en la construcción de la ópera.

Desde el momento en que se pusieron los cimientos en 1879 y hasta la construcción final de la Ópera de Roma, todo el proceso fue controlado por el gobierno de Roma. El reto al que se enfrentaba el arquitecto jefe era levantar el edificio en 18 meses y el 27 de noviembre de 1880 tuvo lugar la ceremonia de inauguración. En honor al nuevo teatro, se representó en el escenario la Semiramide de Rossini.

Pero el teatro de Constanzi no llevó el prefijo «ópera» hasta que en 1926 el gobierno de Roma se planteó crear un edificio independiente para la ópera. La capital de Italia era la única ciudad del país que no tenía su propio teatro de ópera.

Ópera de Roma / Teatro dell’Opera – Sala En noviembre de 1926, el «Teatro Costanzi» fue adquirido por el Ayuntamiento de Roma. La extraordinaria renovación del Teatro se realizó según el diseño de Marcello Piacentini: se modificó la fachada, se trasladó la entrada principal al lado opuesto, en el interior del Teatro se anuló el anfiteatro y se añadió una grada más, se decoró el interior con nuevos estucos y ornamentos, se sustituyó el mobiliario y se añadió una nueva y espléndida araña de 6 metros de diámetro con 27000 piezas de cristal. El edificio recibió el nombre de «Teatro Real» y reabrió sus puertas el 27 de febrero de 1928 con la ópera «Nero» de Arrigo Boito.

Desde 1946 hasta la actualidad, el teatro se llama «Teatro Real» («Ópera Romana»).

En 1958 el edificio fue reconstruido y modernizado de nuevo y adquirió su aspecto actual. El mismo arquitecto Marcello Piacentini realizó el proyecto, retocando la fachada, la entrada principal y el vestíbulo, se climatizó la sala y se hicieron importantes reparaciones. La capacidad actual de la sala es de unas 1600 plazas.
La Ópera de Roma tiene sus propias compañías de ópera y ballet, así como una escuela de danza clásica, y el ballet es tan popular en Roma como la ópera. Desde 1937, en verano, el teatro de la ópera celebraba sus actuaciones de temporada al aire libre en las Termas de Caracalla, un antiguo monumento arquitectónico.

En la actualidad, la Ópera de Roma pertenece a la Sociedad Internacional de Teatro y está gestionada por un consejo de administración presidido por el Gobernador de Roma.